Insuficiente

La mayoría de nosotros nos hemos encontrado alguna vez en nuestra infancia a algún profesor que nos parecía injusto. “Me tiene manía” solíamos decirnos cada vez que nos ponía una mala nota. “Es que Fulanito es el ojito derecho del profe” decíamos cuando algún compañero sacaba buenas notas. Reacciones de niños que la mayoría de veces no se tomaban en serio, ya que los adultos recordaban haber usado esa excusa en su juventud. “¡Esfuérzate más la próxima vez y verás como tú nota mejora!”

Para muchos adultos la idea de que hubiera un profesor que tuviera favoritos, o estudiantes a los que perjudicara a propósito era ridícula. “Probablemente es una excusa más del estudiante que no ha hecho sus deberes, o estudiado lo suficiente” suele ser el razonamiento a tales acusaciones. Además, ¿cuantas veces hemos oído esa excusa sabiendo a ciencia cierta que no había ningún tipo de fundamento?

¿Qué me diríais vosotros si os dijera que a veces sí hay profesores que califican a sus alumnos basándose  en sus niveles de simpatía hacia ellos? Eso no significa que pase siempre, o que sea una injusticia extrema. Obviamente los profesores tendemos a ser más pacientes con los estudiantes que siempre trabajan bien que con los alumnos que necesitarían recibir más que una educación escolar. Eso no quita que haya casos extremos en los que los maestros son completamente injustos con sus pupilos basándose solamente en fobias personales.

Me viene a la mente un ejemplo muy particular. Un profesor de inglés tenía dos alumnos de nivel parejo, aunque uno había demostrado en el pasado cierta ventaja. Estos dos alumnos competían continuamente por ser el mejor de la clase y uno de ellos, llamémosle R.M (sus iniciales) había casi siempre logrado ese honor. El otro alumno, al que llamaremos F.C.B (también sus iniciales, le gustaba usar su segundo nombre), había conseguido destacar alguna vez pero habitualmente le tocaba ser segundo. 

Todo empezó a cambiar cuando el director del colegio se jubiló y otra persona fue nombrada en su lugar. Dicha persona había conseguido su nueva posición en gran parte, gracias a la influencia de los padres de F.C.B en el consejo escolar, y por tanto estaba en deuda con ellos e intentaba siempre mantenerlos contentos.

El profesor de nuestra historia, aunque sin haber recibido ordenes directas, estaba al tanto de la situación y empezó a cambiar su método de corrección. Si en una pregunta a R.M le faltaba un punto o una coma, el profesor la daba como mala sin importar el resto. Por el otro lado, ambas cosas no parecían ser un factor en los exámenes de F.C.B, con el profesor incluso señalando algún error en alguna pregunta antes de terminar el examen para que pudiera corregirlo. Esta actitud beneficiaría bastante a dicho profesor (aumentos de sueldo, menos responsabilidades, tener los mejores alumnos, etc).

Los dos primeros trimestres pasaron y R.M se dio cuenta de que ya no contaba con las mejores notas de la clase. No dándose por vencido, decidió esforzarse más en clase  para darle la vuelta a la situación como lo había hecho siempre. Pero no importaba cuanto tiempo extra dedicara a sus estudios, sus notas no mejoraban. Poco a poco se empezó a dar cuenta de que muchas veces perdía puntos en preguntas fáciles por haberse equivocado mínimamente en algo que no afectaba a la veracidad de la respuesta, pero cada vez que le preguntaba al profesor, este le respondía “si hay algún fallo, no puedo dártelo por válido”.

R.M incluso pidió que otros profesores del departamento de inglés que revisaran sus exámenes, pero estos no queriendo llevar la contraria a un colega de profesión, dejaban las calificaciones como estaban. Para más frustración, sus calificaciones en la escuela de idiomas a la que asistía después del colegio no podían ser mejores. Sus profesores particulares siempre elogiando lo bien que dominaba el idioma anglosajón.

La cosa no podía ser más diferente para F.C.B, sus notas nunca habían sido mejores y cada semana aparecía como ejemplo de buen estudiante en la revista escolar. El único pero en su historial académico era su intento fallido para irse de intercambio unas semanas a Inglaterra por no haber conseguido pasar la prueba de aceptación. Algo a lo que el profesor restó importancia aunque R.M consiguiera ser aceptado por tercer año consecutivo.

El curso llegó a su fin y un trimestre más, F.C.B recibió los resultados más altos en inglés ganando así el premio a mejor estudiante del año. Decepcionado, R.M se dirigió a su casa para enseñarle sus resultados a sus padres, famosos por su exigencia académica con su hijo. R.M intentó explicarle a sus padres la manera tan diferente de evaluar de su maestro y todo lo que había pasado a lo largo del curso, pero sus padres no quisieron oír una sola palabra. “Si hubieras hecho todos tus exámenes a la perfección, esto no hubiera pasado. ¡Esfuérzate más la próxima vez!”

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