I Believe I Can Fly

Año 1987: concurso de mates de la NBA. Un joven llamado Michael Jordan (23 años), con la elástica de Chicago Bulls y el veintitrés a la espalda, recorría la pista del Kingdome de Seattle para volar desde la línea de tiros libres hasta el aro, con el balón en una mano. Ese día nacía la leyenda, el «I Believe I Can Fly».

 

Ayer, año 2018, vivimos otro de esos momentos que tu retina guardará para siempre. Corría el minuto sesenta y tres cuando una vez más Carvajal ponía un centro perfecto para que Cristiano Ronaldo hiciera temblar los cimientos del Juventus Stadium. El portugués acomodó su cuerpo, saltó todo lo que pudo y ante la atenta mirada de Barzagli (espectador de excepción), realizaba una chilena perfecta para batir por segunda ocasión en la noche a Buffon y ver como todo el estadio al unísono aplaudía al portugués.

 

No es un gol más, no es un momento más de esta Champions 2018: es uno de esos goles que recordaremos dentro de treinta o cuarenta años y les contaremos a nuestros nietos cómo vimos volar a Cristiano. Al igual que mi abuelo me contaba a mí, que vio a Di Stéfano marcar de tacón. No es el ansiado gol de chilena para como dicen desde Barcelona “el niño” se quede a gusto; es la imagen de la superación, del esfuerzo y la constancia. Durante innumerables ocasiones el crack de Madeira había intentado una y otra vez el ansiado gol de chilena sin éxito, convirtiéndose así en el centro de burlas de las aficiones rivales. Pero todos conocemos a Cristiano y su insaciable sed de triunfo solo comparable a su capacidad de esfuerzo.

 

El destino es un caballero caprichoso, pero caballero al fin y al cabo, y como tal, sabe saldar sus deudas con aquellos que los merecen. No dejó que Cristiano saldara su deuda con un gol en un amistoso, a un equipo menor o en un campo pequeño. No señor, como buen pagador, le tenía reservado un hueco en la historia. Un estadio nuevo, donde el equipo local solo había perdido tres partidos hasta la fecha, un equipo que, pese a que nuestra prensa patria se empecine en convertir en poco más que una panda de jubilados obesos, ha jugado dos de las últimas tres finales de Champions, contra el mejor portero de la historia y en la mejor competición de clubes del mundo.

Un año antes de que Michael Jordan dejara al mundo boquiabierto como comentaba al principio de este artículo, Víctor Hugo Morales narraba otro de esos goles que junto con el de Cristiano y otros pocos elegidos, guardará nuestra mente para siempre, y hoy yo, hago suya su mítica frase, pero la adapto a mi época.

 

Gracias a Dios por el fútbol, por Cristiano, por estas lágrimas, por este Juve 0 – Real Madrid 3.

@HCFanego

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