Zidane: el cuento que sí leeré a mi hijo

4 de enero de 2016. En la zona noble del Santiago Bernabéu y más concretamente del despacho del todo poderoso Florentino Pérez, salía Rafa Benítez cabizbajo. En una silla fuera, Zinedine Zidane, jugando nervioso con un extraño frasco entre sus manos.

  • ¿Pero que me traes ahí Zizou? Si solo te he pedido que te hagas cargo del equipo hasta junio, luego ya buscaré a un entrenador del gusto de Lama o Relaño para que la prensa lo ensalce y la gente vuelva a estar contenta.
  • No te preocupes presi, yo te explico. Esto me lo ha dado un amigo, dice que se llama “flor” y que convierte al que lo tiene en la persona más afortunada del mundo. ¿Qué podemos perder?
  • Bueno tu verás, pero recuerda que esto es solo para seis meses.

 

Zidane decidió guardarse aquel botecito en su chaqueta y acto seguido se fue a Valdebebas a presentarse a la plantilla. Allí le esperaba un equipo roto, dividido, con las caras largas, pero a la vez con la sonrisa de estar ante una leyenda. Armado de valor el ahora técnico del primer equipo, pese de venir de no ganarle a La Roda con el Castilla, se veía con posibilidades de arreglar el desaguisado que había dejado Benítez. ¿Seria cosa de aquella “flor”?

Llegó el primer partido, nada más y nada menos que contra el Deportivo de La Coruña en el Bernabéu, el rival del centenariazo; el mismo contra el que Zizou había perdido como jugador en ese mismo estadio. Todo eran nervios en el francés y más después de enterarse por Santiago Segurola que él, había descendido al Castilla de segunda división, no lo recordaba, pero… quién es Zidane para discutirle nada a la prensa de este país, fíjate que a Mou se le ocurrió fichar a Modric antes que a Song o a De las Cuevas y mira la que lío.

 

El partido acabó con cinco a cero a favor del equipo blanco y de camino a casa Zidane pensaba:

 

  • Que suerte he tenido, será cosa de lo que lleva el bote, seguro porque yo solo soy un alineador.

 

La temporada transcurría, y pese a caer ante el Atleti, consiguió ganar en Camp Barça. El francés, leyendo la prensa al día siguiente, vio en alguna portada “La Flor de Zidane” y se decía así mismo:

  • Ya verás como se den cuenta de que los jugadores se lesionan aposta para que no me tenga que comer la cabeza con los onces, esto va a ser un escándalo al más puro estilo Stamford Bridge.

 

El equipo en Champions parecía cabalgar a buen y firme ritmo, tuvo un traspiés en Alemania donde el Wolfsburgo nos ganó por dos goles a cero, pero con un tres cero en casa resolvimos la eliminatoria. En semifinales nos tocó el City, convertido al momento en un equipo de gordos y viejos. ¡Qué maravilla, lo que es capaz de hacer esta flor!, pensó Zidane, debería comprar más. El francés no se lo podía creer, qué duros se han vuelto los viejos en Europa: empate a cero en Manchester y victoria por la mínima en Madrid, bueno daba igual, estábamos en la final, donde nos esperaba el Atleti, que venía de eliminar al Bayern, ese sí que era un equipazo.

 

¡¡¡Qué final la de Milán!!! Ganamos en los penaltis, el francés no se lo podía creer, estaba exultante, cuando acabó el partido, solo en el vestuario, se sacó algo del bolsillo de la chaqueta, era su botecito con su flor. ¿Qué objeto mágico sería aquel que había hecho que Juanfran, que aseguraba que su equipo mandaba en la capital, estrellara el balón en el poste?

Pasaba el verano y desde su tumbona en la playa, Zizou le comentaba a Veronique sus planes de cara al año próximo. “Buscaré un equipo más a mi medida, algún equipo de la segunda francesa y así estaremos más cerca de casa”. Pero recibió una llamada de Florentino:

  • Zizou, te quedas, pero solo porque Kloop, que es el que le gusta al AS, ha fichado por el Liverpool y a ver qué hago ahora.

 

Durante la pretemporada en EEUU el francés miraba su botecito, mientras se lamentaba pensando que los efectos habían terminado ¿y ahora qué hago? Si yo solo sé alinear.

Ya se, haré dos equipos y que cada fin de semana jueguen unos, así están todos contentos, ya que no les enseño nada y no les puedo dar lecciones tácticas por lo menos que estén contentos por jugar todos, es lo que me decía mi entrenador cuando era niño.

Parece que el plan le salía bien. Los chicos más jóvenes ganaban partidos, dejaban la Liga encarrilada y en Champions se acercaban de nuevo a la final, pero en cuartos nos esperaba el Bayern. Sí, ese equipazo que el año anterior fue eliminado por el Atleti. En Alemania ganamos uno a dos, sí, en Alemania; allí donde antes era como visitar la aldea de Asterix vestido de romano. Pero este año ya el Bayern no asustaba a nadie, era un equipo acabado. Porque claro, Robben es lento y torpe, a Alaba no le quiere media Europa y Javi Martínez no da dos pases seguidos entre otros tuercebotas. Zizou miraba aquel pequeño bote esperando que se moviera o saltase como si de una película de magos se tratara, pero solo era un bote, cada vez más desgastado.

En semifinales nos cruzaríamos con el Atleti, aquel equipo con el mejor entrenador de Europa, con un estilo de juego claro y que había jugado dos finales de Champions en tres años. Da igual que las dos se las hubiéramos ganado nosotros, esta vez no había nada que hacer. Pese a sufrir en el partido de vuelta, el tres a cero de la ida nos dio el pase a la final una vez más. Esto es una locura, pensó Zidane. ¿¿Pero cuanto durará el efecto de la flor??

Con la Liga en el bolsillo, en la final nos esperaría la Juventus, que venía de eliminar al Barcelona, el equipo que inventó el fútbol. No había bote de flor que pudiera luchar contra eso. Al descanso se llegó con empate a uno, estaba claro que el efecto no iba a ser infinito, tocaba hablar con una plantilla nerviosa. ¿Qué podía hacer él? Bueno, si esto ya no funciona, he ganado una Champions y una Liga, pensó.

El bueno de Zizou dio una charla explicando lo que había que hacer, dando instrucciones a sus chicos, que terminaron ganando por cuatro a uno. Todo transcurría muy deprisa: abrazos, celebraciones, felicitaciones de uno y otro… Tengo que conseguir más de esa flor maravillosa, está claro que el efecto está empezando a diluirse, pensaba el francés camino de Cibeles a celebrar que el Real Madrid era el primer equipo en la historia que ganaba dos Champions seguidas.

 

Un nuevo verano esperaba a Zidane, esta vez más tranquilo. Sabía que seguiría al mando de la nave, que mínimo había logrado un doblete histórico. Pero algo fallaba. Los días pasaban y no había ningún fichaje de renombre y jugadores como Morata o James se marchaban. No pasa nada, dice Marca que Mbappé llega mañana o pasado. La realidad es que se cerró el mercado y solo habían llegado jugadores jóvenes, muy buenos sí, pero todavía sin nivel para estar en un equipo como el Real Madrid. No pasa nada, Zizou conservaba su bote, ojala le quede fuerzas para un año más y me voy por lo alto, como cuando jugaba.

 

Ganando la Supercopa de Europa y la de España debería pasar un año tranquilo, pese a que no consiga nada la gente me lo perdonará. No en vano he ganado en apenas un año más que la mayoría de entrenadores en toda su carrera, además joder, soy Zidane, una leyenda de este club.

Pero nada más lejos de la realidad. La cosa se complicó desde el principio en Liga y en Champions no pintaba nada bien, clasificados como segundos y gracias. Ya se le empezaban a criticar todas sus decisiones, aquello de que jueguen todos para que estén contentos ya no valía porque los resultados no acompañaban, y en octavos de la Champions el PSG, nada más y nada menos. Estaba claro, el bote había perdido su efecto completamente. En Copa nos eliminó el Leganés, nada se podía hacer, Zidane tiró el bote a la basura, fue bonito mientras duró.

Ganar en casa y en París no sirvió de nada, ya que el árbitro había favorecido claramente al equipo blanco y además Neymar se había lesionado, claro, así cualquiera porque los otros veintidós del equipo son cojos.

Llegaron los cuartos de final, la Juventus, el equipo que no perdía en casa y que no encajaba goles.

Bueno los cuartos es un buen momento para caer, ni muy pronto ni muy tarde y así el presi tiene tiempo de convencer a algún entrenador para el año que viene. El equipo ganó en Turín con una exhibición y un golazo para el recuerdo de Cristiano. En el partido de vuelta se sufrió hasta el último segundo, Zidane buscaba como loco en su bolsillo, pero no encontraba nada, no sabía donde mirar, todo estaba saliendo mal, pero se logró el pase con un penalti sobre la bocina.

Menudo equipazo esta Juventus, cómo compite, se decía Zizou camino a casa. Pero una vez más el francés estaba equivocado, el Madrid acababa de eliminar a un equipo de viejas glorias, robándoles en el último minuto y encima habiéndole expulsado a Dybala en el partido de ida. El Madrid como siempre robando. Al menos ya nadie habla de mi flor, pensaba el bueno de Zizou. La gente ya se ha olvidado de mi secreto, ya nadie investigará.

 

En semifinales, el Bayern. Arturo Vidal exultante mostraba su alegría en las RRSS, venían con ganas de venganza porque Guardiola dijo que les habíamos robado. ¡¡Guardiola!! La única voz autorizada para hablar de fútbol.

“Bueno caer en semifinales después de ganar dos seguidas me aseguraría una salida honrosa del club”.

Visita al Allianz, nueva victoria ¿pero qué estaba pasando? ¿Cómo era posible que un equipo dirigido por un alineador, sin idea táctica, sin proyecto, sin fichajes, estuviera a un paso de una nueva final de Champions League?

En el partido de vuelta, una cantada monumental del portero alemán metía a los de Zidane en una nueva final. El sueño se había hecho realidad, tres finales seguidas. El francés se giraba mirando al palco buscando a Florentino, ojalá pudiera regalarte otra copa de Europa, pero creo que esta vez es imposible, no tengo mi flor y encima este año no está Bale lesionado para que nadie se queje si pongo a Isco.

La final de Kiev se le pasó volando al míster. Concentrado en todo momento, no se dio cuenta de cómo transcurrían los minutos, solo tenía espacio en su cabeza para pensar en Carvajal y en el golazo de Bale. El pitido del árbitro pilló al técnico absorto en sus pensamientos. Llegaron los abrazos, el manteo, los periodistas, las medallas, Ramos levantando la copa…

En mitad de tanto alboroto, Zidane se sorprendió a sí mismo tocándose el bolsillo interior de la chaqueta, pero ya no había nada. El bote con su flor había desaparecido hacía ya bastante, pero ¿cómo había logrado todo aquello solo? Entonces alguien se le acercó y le dijo:

 

Míster, lo que estás buscando no está en tu bolsillo, está en la manga de tus jugadores, lleva un número trece y la palabra “Respect”, porque ese es el auténtico “parche Zidane”.

@HCFanego

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