Civil War

Como pasa siempre en todas las guerras, el tiempo termina reabriendo viejas heridas y eso es lo que está pasando con las recientes palabras de Iker Casillas en “Universo Valdano” sobre los clásicos y el madridismo que a él no le gustaba.

Cuando parecía que las cuatro copas de Europa habían enterrado por completo aquella guerra civil del madridismo, hoy en plena reacción del equipo y reenganche a la Liga vuelven a levantarse rencillas que parecían olvidadas.

Iker Casillas será siempre recordado por el madridismo como ese portero que ganaba partidos, que hacía paradas increíbles y que probablemente, gustos aparte ha sido el mejor guardameta de nuestra historia. Iker tenía esa aura de “campechano” como le dicen al Rey emérito, un chico sencillo de Móstoles al que le sacaron del instituto porque su club le necesitaba. Tan campechano y natural era el chico, que la sencillez y naturalidad que lo encumbró y lo llevo a ser el yerno de España, fue lo mismo que le condenó.

No siendo yo conocido por mis cariños o mimos a Casillas, he de reconocer que el tiempo te hace ver las cosas de manera diferente y que, en pleno fragor de la batalla, no eres capaz de ver con perspectiva, pero que ahora, años después he podido recapacitar y sé que no todo es culpa suya. Iker debido a su naturalidad y en muchos casos a su inocencia, se relacionaba con periodistas, reporteros y demás personajes de la farándula deportiva española como si de verdaderos amigos se tratasen, amigos de los que te ayudan y te aconsejan sin ningún tipo de interés personal y de los que te escuchan sin ánimo de utilizar tus palabras después.

 

Eso Iker no supo verlo y cuando lo vio no supo pararlo, la bola que se había generado era demasiado grande para que nadie se pusiera en medio para detenerla: alineaciones filtradas, intimidades de vestuario, defensa nula de su club y sus compañeros ante los medios, buenas relaciones con jugadores del Barcelona que después no desaprovechaban ocasión para atacar al Madrid o a alguno de sus integrantes. El problema fue que en el otro frente del madridismo se encontró con una persona de las que va a un tiroteo con el pecho descubierto y un cartel de neón apuntando al corazón. No se había criado en la cantera, no era socio del Madrid, nunca fue jugador, pero ese portugués si de algo sabía era de guerras. Mourinho no es de los que evita una confrontación, al revés, si algo le gusta al de Setúbal es un buen “fregao”.

 

Conocido el gusto de don José Félix por blindar los vestuarios, se encontró con el enemigo en casa; extraño era el fin de semana que desde alguna emisora no se conociera la alineación que el luso quería presentar, cuando veía algo que no le gustaba desde Barcelona, luego veía a su capitán abrazando o defendiendo a Xavi Hernández; eso cuando no veía la sección de deportes de algún canal de televisión contando intimidades del vestuario. Y al igual que le pasó a Iker, Mourinho no pudo dejar de ser como era, ese personaje que el mismo se había creado, el “Special One” decidió entonces demostrar al mundo entero que él meaba más lejos que el portero que tanto nos había dado. Sentó a Casillas en favor de Antonio Adán, que ni en aquel momento ni, aunque Iker jugara con una mano era mejor portero que él; pero como en una película de Tarantino, el destino quería también jugar su papel. Adán es expulsado y tiene que volver a jugar Iker, hubiera sido demasiado poner a jugar al tercer portero. Después en Mestalla, Arbeloa al despejar golpeó a Iker lesionándolo, cómo estaría el patio que hubo gente que planteaba que fue adrede…

 

Lo demás ya es historia blanca, la llegada de Diego López y la apertura de una brecha que aun hoy sigue sin cerrarse del todo. La mitad del madridismo se puso del lado del gallego (compañeros incluidos) y la otra del lado del “Santo”. Los periodistas como siempre, campañas de desprestigio para el entrenador que había sentado a su “amigo”, Mourinho cada vez más atrapado por el personaje desafiaba al Bernabéu y una afición que discutía con su compañero de asiento.

 

Fue algo que pudo solucionarse de forma interna y con las dos partes dando su brazo a torcer, reconociendo sus errores e intentando que la bola dejara de rodar, pero ninguno de los dos quería renunciar a su naturaleza, dos púgiles cada uno a su estilo y sin ceder un centímetro. Iker no estaba dispuesto a reprocharles nada a sus amigos que tantos beneficios le habían reportado y Mourinho no iba a ceder ni un ápice en sus decisiones. Total; esa forma de ser es la que llevó a los dos a ser quien son.

Ojalá el tiempo termine de curar las heridas y volvamos a ver a un Bernabéu unido y las decisiones de un jugador o un entrenador, no nos vuelvan a tener durante años enfrentados en una mal llamada “Civil War” madridista, porque seas de un bando o de otro, todos somos del equipo del escudo redondito y lleno de copas de Europa.

 

@HCFanego

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