Descalabro total. Crónica: Real Madrid 1-3 AC Milan

Volvía al fútbol al Estadio Santiago Bernabéu y aunque el espíritu no era el más alegre debido a la tragedia ocurrida en Valencia esta pasada semana, tocaba echarle corazón e intentar levantarnos del duro golpe sufrido en el Clásico.

Todo arrancó de manera emocional con un minuto de silencio en memoria de las víctimas y la bandera de la Comunidad Valenciana luciendo en las gradas como símbolo de apoyo y respeto.

Pero hasta aquí las palabras bonitas, porque lo visto en el terreno de juego esta noche fue una auténtica película de terror.

El Real Madrid no compareció más que en jugadas aisladas que consiguió gracias a errores en la salida de balón del Milan, no aprovechando acciones de recuperación de balón en la frontal del área rival, o de 3 atacantes contra 2 defensas. Ni siquiera en eso estuvo el equipo listo y enchufado para conseguir marcar uno o dos goles rápidos que cambiasen el partido.

El propio Maignan, portero del Milan, se jugaba poder encajar un gol ya que mostraba claras señas de no ser el mejor en el juego de pies. Bueno, pues ninguna le conseguimos robar.

Peor aún fue la dinámica de jugadores como Tchouaméni o Lucas. No soy muy de señalar jugadores, bien lo sabéis, pero el partido de ambos jugadores fue de un nivel más que pobre.

El medio francés salió retratado en la foto de los dos primeros goles, el primero por no defender con la tensión necesaria un saque de esquina que acabó en el gol de Thiaw de cabeza y, más tarde, por quedarse mirando mientras Rafael Leao disparaba a puerta y Morata remachaba el despeje de Lunin al fondo de las mallas. Más negativo, si cabe, me pareció este segundo gol puesto que el equipo acababa de realizar un esfuerzo para conseguir empatar el partido con un gol de Vinícius de penalty.

En el caso de Lucas, el jugador gallego se vio absolutamente superado durante todo el partido por la imparable velocidad de Theo y Rafael Leao, los cuales entraban como monoplazas de carreras por su banda.

Esto fue solo en la primera parte, que acabó con sonidos de viento contra el equipo y contra ciertos jugadores.

Quedaba lo peor en la segunda parte, con los de arriba (Vini y Mbappé) sin conseguir crear ocasiones realmente claras, jugadas enviadas al décimoquinto anfiteatro en múltiples ocasiones en acciones que podían haber sido de mucho peligro ante la portería del Milan y otros disparos enviados al muñeco donde Maignan, pese a los nervios iniciales, conseguía crecer en más y más confianza durante los segundos 45 minutos.

No ayudaron tampoco los cambios al equipo y aquí hay que mirar al banquillo ya que el señor Ancelotti tiene mucha parte de culpa también. No puede ser que viendo un 1-2 en el marcador, con necesidad de remontar y encontrándote en una situación límite en la competición, tu cambio ofensivo sea Dani Ceballos antes que Arda Güler o Endrick que le pueden meter fuego a la ofensiva, despertar al equipo y quizá solucionarte la papeleta.

O quizá Rodrygo, quien tuvo la oportunidad de entrar cuando el resultado de 1-3 ya era insalvable. Un 1-3, obra de Reijnders, que evidenció la tremenda falta de cohesión del equipo, tirado a tumba abierta hacia el ataque y con los jugadores defensivos fuera de sitio y sin intensidad en el medio. Se metió Reijnders entre tres jugadores madridistas que le rodeaban… y aún así salió, combinó con Leao y acabó llegando al área para marcar. Despropósito total.

Aún quedaría tiempo para dos imágenes negativas más: un gol de Rüdiger anulado por un fuera de juego justo pero sancionable… y la afición marchándose mucho antes de acabar el partido.

Porque esto es insostenible, porque llevabas 10 días sin partido entre medias, has tenido 1 semana gratis de entrenamientos para conjurar al equipo, hablar las cosas, apretar los dientes y revertir la situación y, tras todo esto, lo único que consigues brindarle a la afición es vergüenza y pena.

Este no es el camino y se exigen cambios de manera inmediata, porque sino la caída puede ser aún peor.