Infamia

Reflexiones tras un lunes negro

El veintinueve de noviembre quedara grabado en la historia del futbol como el día de la infamia. Son muchas las fechas en las que, por desgracia, recordamos nuestro amado deporte por una efeméride de amargo recuerdo, especialmente en casos como el de Chapecoense o el United. Pero lo vivido ayer, en París, fue la certificación de la muerte de este deporte.

 

Ayer vivimos en directo para el mundo entero, la representación mas vil y cruel de la muerte del futbol. Millones de personas pudieron ver en directo como lo que era un deporte que unía y separaba por partes iguales a la población mundial, daba sus últimos latidos.

 

Aun recuerdo aquellos años cuando siendo solo un niño que pasaba las horas muertas con una pelota, me enteraba por mi padre (futbolero donde los hubiera) de quien había ganado el balón de oro de ese año. Por aquel entonces, en los entrañables años noventa, el poder ver a ciertos jugadores, era cosa de tragarte “el día después” o esperarte al futbol de selecciones. Y era entonces cuando en los partidillos en el barrio, en el barro de la plaza, donde el futbol cobra su forma mas noble, cuando dejabas por un momento de querer ser Michel o Zamorano, soñando con ser Weah o Papin.

 

En la última década el futbol como lo conocíamos ha ido languideciendo poco a poco en favor de algo mas ligado al marketing que al deporte. Galas interminables en las que es casi más fácil reconocer logos publicitarios que a alguno de los nominados, jugadores que rinden mas delante de una cámara que en el césped o programas deportivos que son mas propios de la prensa rosa. Es evidente que el futbol no deja de ser un negocio en el que incluso un jugador del montón, puede ver su cuenta bancaria con tantos ceros que no podría ni contar, pero lo de ayer supera cualquier ficción.

 

Desde el calor de nuestro salón, desde nuestro móvil o cualquier dispositivo con internet, pudimos ver como la infamia se apoderaba de algo que era nuestro. Leo Messi, uno de los mejores jugadores de la historia de este deporte se alzaba con el ansiado balón dorado, ante la atónita mirada de propios y extraños. Un Messi que pese a haberse proclamado este verano de la Copa América, la sexta en ocho años, por cierto, ni fue el mejor jugador de su selección en dicho torneo, ni ha completado un año para ser galardonado con ningún premio. En su nueva etapa en el PSG tan solo ha hecho un gol en liga y en Champions, su equipo el PSG será segundo de grupo. Y si remontamos a la primera mitad del 2021, mejor no hablar de los números de Lionel en el Barcelona.

Pasada ya la década de repartirse el galardón entre el propio Leo y Cristiano Ronaldo, las nuevas estrellas del deporte deben abrirse paso, por calidad, por números y por lógica. Ayer vimos la cara de una persona que había sido despojado de algo que es suyo. Robert Lewandosky al que privaron del premio en 2020 al no entregarlo, ayer fue galardonado con un premio placebo para acallar las voces del mismo Robert y del resto de aficionados.

 

No son pocas las voces que se han alzado criticando la decisión de nombrar a Leo como ganador del balón de oro por séptima vez. Desde jugadores hasta entrenadores pasando evidentemente por diversos aficionados.  El futbol acaba de morir tal y como lo conocíamos, en las manos de sus multimillonarios dueños, esta el saber si es definitivo o hay alguna opción de resurrección.

 

Me dueles, futbol, me duele ver que todo aquello con lo crecí ha desaparecido, me duele ver que mas haya del merito esta el verde de los billetes.

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